
Desde que fuimos pequeños, se nos enseñó a amar los viajes. Recuerdo el afán de mis viejos en ahorrar y luego invertir en toneladas de felicidad viajera. Me acuerdo, también, de las primeras fotos de playa, donde éramos 10 primos hombres vs. 2 primas mujeres y de allí la poca femeneidad que me caracteriza. Imagino ese momento que me cuentan mis viejos en que odiaba pisar la arena o en su defecto subirme al auto sucio con arena (qué escandalosa). Se me viene a mente la paleta y barquillo chileno. Por qué no hablar de Gesell y esa canción que decía algo de llegar a las puertas del cielo.. Algo así. Fuimos creciendo, y nos llevaron al primer mundo con todos nuestros primos: el mundo de los dibujos y pelis animadas qué flash fue.. mi hermano comprador compulsivo se trajo hasta el florero de Mickey, yo qué se.. mi primo Titi feliz siempre, feliz. Sofi, enérgica con las medias subidas hasta las rodillas, masticó todo lo que el viaje le dio. Virgi, combatiba, torpe y felizmente niña, nos bañó en coca-cola a todos.. mis viejos mentores, mis tíos haciendonos el aguante hasta con los ojos. Terminamos en México: y les juro que la cabeza de ocho años me cambió. Supe que quería viajar toda mi vida.
Bueno, las vacaciones de verano siguieron más o menos por los mismos rumbos. Con alguien siempre nos íbamos. Mi hermano y yo nunca fuimos de hacernos rogar.. En fin. Voy a lo que más ganas tengo de hablar: alrededor de los 18 años vivos, mis viejos nos llevaron a la Europa. Y eso sí que fue un flash. Yo estaba entre estudiar Agronomía o Arquitectura. Joder, tíos, qué negar que cuando entré a la Sagrada Familia supe lo que deseo hacer el resto de mi vida. Lo sentí en Barcelona, rodeada de momentos escultóricos y gestos urbanos tremendamente arquitectónicos. Conocimos, además, a nuestras familias españolas. Fue loquisimo, fue como verlos todos los domingos, como si comieramos el asado juntos, cada dos semanas. Fue loco! Londres fue pensar en mi abuela el 90% del tiempo y amar esa ciudad por su consecuencia. París, me enamoró tanto que volví a creer en el amor (aunque llevaba un año de novia, y acá me esperaba alguien). Italia.. Italia.. es inevitablemente hermosa.
Bueno, me pasó ese año también el viaje a Bariloche. Ya empezaba a sentirme un poco colgada. Recuerdo los excesos y las petacas de ginebra que me adueñé. Las risas descontroladas. La compostura, porque estaba enamorada, y fui fiel. La forma en que mis compañeros nos querían cojer. Y nosotras tan fieles. Volví, luego de 3 años y tampoco me mandé ninguna cagada. Definitivamente, aquí hace mucho frío.
Al año siguiente: chan: San Bernardo con las amigas: chicos que manera de beber: qué manera de enamorar cada 30 minutos: qué manera de no comer: qué manera de: flashear con un rosarino que me volvió loca hasta marzo y ahora es un gran amigo: qué manera loca de volvernos a encontrar en la plaza Independencia (acá) rodeados de cambios y años de más.
Cuando estaba por derrapar en mi vida, mis primas me invitaron a Bolivia y Perú: sí obvio dije que sí. Antes de ese viaje, pasé diciembre en los Aires Buenos: me hice amigos nuevos y terminé yendome a la La Plata con una amiga que acaba de conocer y bueno: terminé en un dpto donde un estudiante de arquitectura me secuestró mientras yo intentaba lavar los platos. No tuve escapatoria, les comento.
Volví a Mendoza a pasar las fiestas, viajamos en auto con mi hermano y su amigo. Lindo viaje, lindos días porteños. A los diez días, me fugué a Entre Ríos. También fui victima de algunos secuestros, pero no voy a dar más información: fueron dos semanas: una en Concordia: otra en Chajarí (que es el pueblo donde vive la familia querida). Ese verano fue genial. Tuve que decir que no a la invitación de Brasil y venirme para esta tierra (mis viejos me iban a sacar la cama al patio). A los veinte días: Bolivia! Viajar por primera vez de mochilera fue una experiencia muuuuuy zarpada que mi mente no olvida, y adora ahora, tanto adora.
Conocimos muchos lugares copados, entendí porque la gente se hace amiga con tanta facilidad. Comprendí otras comidas. Y devoré algún que otro secuestro. Fumé con estudiantes de medicina. Y terminé borracha mirando el lago Titi-Kaka junto a 2 cordobeses caretas que estaban planeando ir a la pelu. También nos enamoramos todas de un porteño estudiante de Periodismo que relató la marcha a favor de la COCA en Plaza de Armas, Cuzco. Conocí a un porteño con quien terminé yendo hace dos años al recital de Axel Rose. También escuché la mejor cumbia boliviana en el bar de Fredy acompañadas por veinte argentinos y un intento de boliche que desmebarcó en: 'Argentinos, vayanse, no nos interesa que consuman en este boliche, queremos funar, vayansé' Fuimos a Macchu Picchu: 4 días de caminata extremadamente flasheros que culminan en la lágrima instantánea cuando subís Huayna Picchu. Ahí, nos hicimos amigas de un inglés, que luego estuvo un mes viviendo a una cuadra de casa.
Al otro año, nos fuimos al sur. Estuvo lindo, bastantes secuestros. Lindos paisajes. Linda yerba. Pero.. raro. Lindo, pero raro. También, unos meses después, nos rajamos a Yankylandia con mi hermano y eso sí que estuvo flashero.... El primer mundo no tiene nada de primer mundo, gente. Pero nada. Sólo son unos copados para facilitar tareas gestivas de pasajes de tren en dos minutos. El resto, pfff... Pura mierda. En fin: este año, estuve un finde en Valpo: g e n i a l. Y luego de rendir, terminé por el Norte Argentino, ese lugar donde la chicha sobra y la gente está llena de sonrisas. Ese calor humano que hace calor en el aire. Esa simpleza divina que tiran las plantas. Es la fotografía de la felciidad: el Norte.
Bueno: de Barcelona me traje la carrera: de Bariloche me traje actitud: de San Barnardo me traje al amor al Ron: de Buenos Aires me traje un estudiante de Arq con la remera de The Clash: de Entre Ríos me traje el amor: de Bolivia me traje la sonrisa de la yerba: de Perú me traje un amor porteño recitalero: del sur me traje otro amor más prohibido: de unidos estados me traje la mejor relación de hermanos del mundo: de valpo me traje un millón de fotografías y del norte me traje las mejores sonrisas del aire.
Pero, lo mejor de todo fue: viajar la carne de por vida.