martes, 27 de septiembre de 2011















Vengo del patio, de leer sobre la superficie de la Arquitectura: vengo de Le Corbusier y su ventana/muro, estuve con él mientras la sombra de los árboles me refugiaba del sol y me escondía luz. También vengo de Matisse y sus cuadros que incitan arquitectura. Esta mañana vine de otro sitio: visité la Muni y claramente lo vi: es atractivo porque habla poco y está concentrado con su camisa a cuadros. A mi me dan ganas de hablarle, de saber qué siente, si le gusta el vino, y si le gustaría tomarse un vino conmigo. Yo no nací para hablarle. Nací para mirarlo mientras está concentrado en sus expedientes.

Ayer vine de un alcaucil. Mientras lo comía pensaba en la genialidad de este vegetal: ir sacando capas, una por una, con la emoción de llegar al corazón. Un poco de aceto para contrastar la emoción.

Esta mañana me pasó lo mismo mientras lo miraba subido a la escalera buscando expedientes. Quise sacarle una foto de papel, pero lo hice con mis ojos.

Todo es capas, todo es papel, todo es mirarse, mientras una por una sacamos nuestras pieles.

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