jueves, 1 de septiembre de 2011



Esta mañana, alguien me pegó las pestañas con unipox. Estuve tratando de lidiar con el pegamento hasta que faltaron 15 minutos para entrar a trabajar. Me desvesti de la noche anterior, y empecé este jueves. Caminé treinta metros y di con un huevo estampado en la vereda vecina. ¿Qué pasó? Imaginé hasta que dios le pifió al sartén y derrapó en el mundo real (aunque por ahí no fue Dios, sino la Magdalena). Llegué al estudio. Mañana dibujada. Luego, mañana cachondamente municipal. Me gusta ir a la municipalidad porque en verdad el aire está queriendo decir algo. Quiñen trabaja, quién no trabaja, quién sólo mira, quien sólo escucha, quién ríe. Quién te encontrás: claro, me encontré con un señor (sí, siempre arriba de treinta piso) con el que compartimos una vez viaje. Es un futuro colega. Que me saludó y me dijo: demorate 5 años más, además, si seguís sacando fotos no terminás más. Me preguntó además: ¿y cuál es tu futuro viaje? Creería que en marzo, respondí. Pero no, te digo ahora, algo tenés que hacer, me dijo. Jajaja, reí. Yo estoy esperando que alguien me invite, dijo el señor. Vamonos al ELEA. Jajaja. El mundo laboral: ayer quería destruír mi cuerpo porque tuve la tarde más aburrida del universo. La mañana de hoy fue distinta, tan linda que terminó conociendo a mi nueva vecinita 'Amanda', hermana de Venicio y Almendra (ni Spinetta los padres).



La siesta desembarcó en la mejor heladería del mundo: dulce de leche y crema de limón (así). Y pensaba: las personalidades se defininen por los gustos de helado que pedimos. Yo puedo ser asquerosamente dulce, y envuelta en una amargura atroz. En fin:



Ahora, estoy hasta las manos con un laburo. Pero necesitaba contar lo lindo que estuvo este fragmento de día.

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