viernes, 25 de noviembre de 2011



Anoche soñé con mi ex: pero no me acuerdo qué. Hace tres meses también soñé con él: estaba muy borracho me miraba y se reía constantemente, yo estaba inerte con mi cámara de fotos y lo miraba sin entenderlo; no paraba de reirse, y se trepaba en su auto como si fuese una garrapata (pero no podía más de la risa) y así terminó el sueño.

Esta mañana cuando me levanté me puse una remera aunque hubiese deseado vivir en tetas toda la vida. Miré la remera hace un rato, notando que cada vez tengo más lunares, descubrí que la primera vez que me crucé con mi ex y unas cervezas también tenía puesta esta remera. Unos meses después de habernos conocido él me confesó que era una gran remera. Ahora, probablemente no recuerde que usé esta remera esa tarde que el patio nos condujo a su espacio.

Yo amaba el patio de su casa porque habíamos comprendido que era como una especie de estación en el mundo. Pensabamos que algún día el mundo iba a tener como paradas de colectivo que todos atravesaran. Y ese patio era un punto clave indudablemente.

Lo que me cuesta creer es que ya casi hace un año que descubrí ese patio con esas flores amarillas y toda la mística de la pasionaria, el mate, las telas blancas, la música, el arte, el pasto, la lluvia, el olor, los pimientos, la plantita buena onda, los gérmenes, la puerta rota, la cerveza, las fotos, los deseos, él, el colchón, yo.


No tengo idea de por qué me puse esta remera hoy.

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