La primavera me provoca un estado de extrañeza que ayer no compredía. Y quizás hoy sí. Me desperté, devoré mi ensalada de frutas, y supe que había comido muy rápido cuando quise sentarme a estudiar. Así, envié algunos mensajes a algunas personas queridas, y traté de focalizar mis pupilas en la Teoría de la Arquitectura. Después de eso, me di cuenta que mis ganas de vomitar seguían ahí. Yo qué se. Me di cuenta, además, de que estoy nerviosa, que ayer rendí una materia y hoy me dan la nota. Y quizás eso me tenga así. También descubrí que este estado raro de tristeza mezclado con deseos de amar intensamente se me concentran en los recuerdos. Pensar que ayer fue un día clave en mi año y olvidé esa fecha por completo. Me olvidé de lo que nos pasó como familia hace dos años. Me siento más triste aún por no haberlo recordado, ni haber estado con quienes debía estar. Recordar la mañana del 19 de septiembre hace dos años atrás. Me vi sola en un aeropuerto, tratando de explicarle a esa señorita que necesitaba viajar. Que las cosas no estaban bien y que mis ojos iban a estallar. La gente me trataba bien, eran amables. Nunca me voy a olvidar de todas las cosas que sentí ese día. Porque el alma es un refugio donde descansamos cuando todo está bien y cuando todo está mal. Me acuerdo de mis compañeros de la facu. Tratando de calmar mis angustias. La llamada por teléfono de mamá. El aire de Córdoba que me despedía. Llamé a algunas personas. Pero no recuerdo qué hablé. Estaba sóla, fumando mientras esperaba el avión. Y vi gente feliz. No podía entenderlos. Pero los vi. El mundo ese día fue una sóla lágrima y no puedo olvidar todos esos gestos. Voy a tratar de perdonarme por olvidar este día, ayer. Voy a tratar de entender por qué he estado tan enojada con la primavera desde hace dos años.
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