miércoles, 16 de noviembre de 2011

Resulta que cuando era pequeña, amaba dormir en el piso. Mi madre me cuenta, que luego de inventar muchas estrategias de organización nocturna, llegaron a la conclusión de que lo mejor sería soltar frazadas alrededor de toda la casa.
Tengo unas pocas imágenes de mis deslices nocturnos, en los que muy decidida me tiraba a dormir en el pasillo, justo debajo de la ventana que da al patiecito. Ahora que lo pienso, era una decisión muy arquitectónica: justo debajo de la ventana.

Otras veces, moría de ganas de dormir con mis viejos, pero tenía que hacerme la adulta. Entonces, me tiraba a dormir exactamente al lado de mi madre, pero en el piso, digamos que 60cm más abajo de ella.

Todavía sigue gustandome esto de dormir en el piso. Hay cosas que no cambian ni con un maremoto de frazadas.

No sé exactamente por qué estoy hablando de esto. Pero sí me acuerdo de esa forma de deseo que me tiraba al piso. Porque el asunto es que estaba totalmente consciente de que me gustaba hacer eso. Y era bastante pequeña.


Yo creo que es la primer decisión que tomé en mi vida: seguir los deseos.

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