lunes, 23 de mayo de 2011



Me voy a comprometer. Ayer hablé con Carmela y le dije que necesito llevarla a la orilla del río. Ahora, no sé, cómo decirle, esto, que me compromete.

Es un acto sencillo, si le doy una cerveza antes, por ahí el compromiso le sienta más divertido.

Me voy a comprometer.

Carme es tan poco simpática que me cago en las patas. Esto del compromiso me tiene a mal traer. Quizás ella espera más de mí, pero qué puedo hacer, lo tengo que intentar.

Me voy a comprometer.

Estamos ahí, tibios: imaginen la fotografía de Carmela y yo en la orilla del río tomando una cerveza.

Yo, tiemblo.

Ella, me acurruca.

Cómo se lo digo.



Quiero que sea ciega, y no me vea, no me comprometa.

Quiero que se raje el cielo y caiga un violinista que me ayude.





Carmela, yo necesito, comprometerme. Contarte que, todo este tiempo, jugamos a las escondidas,





Querida, yo me voy a comprometer, con otra mujer.







Carmela, no era necesario que me rajes las vestiduras. Podrías haberme clavado un puñal y terminar este relato con sangre y risas y lágrimas.

Pero, vos, siempre, serás quien me comprometa.









Esto me lo contó un amigo que se instaló ayer en alguna de mis neuronas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario