esta mañana amaneció temprano, esperé que fuese la hora, y me fui al banco. la cola de gente que uno se imagina, siempre. entré, miré un poco el panorama porque no entendía cuál era mi 'cola' (sí, vamos, mujeres, seamos realistas) bueno. una vez en mi fila, miro hacia el suelo: una señora desvanecida. imaginé, supuse o pensé (o las 3 cosas en distintos tiempos) que sólo se había desmayado.
pasaba la gente, pagaba el impuesto, cambiaba dinero, hacia un depósito, eran atendidos por la tarjeta crédito que llegó o por la que no llegó. todo seguía su ritmo bancario normal, pero la vieja seguía acariciando la alfombra del supervielle.
entonces, empecé a pensar que no era tan normal, qué por qué todos seguíamos actuando como si lo que estaba pasando era algo totalmente natural, como si la gente se desvaneciera de repente porque sí y luego se activara como un muñeco a control remoto.
la imagen de su marido acariciandola fue uno de los momentos más enamorados que he vivido en 22 años. el pobre viejo no sabía cómo mirarla para abrirle los párpados de un sacudón.
pasaron como diez minutos, el banco y su personal comenzaron a inquietarse, las cosas no iban bien. la chica de la limpieza (una guapa total) consolaba al viejito y todos mirabamos como queriendo hacer algo. pero parece que no nacimos todos para ser fuertes ó médicos ó nosabemoscómocarajoanimar.
resulta que llegó la ambulancia.
bajaron los paramédicos.
a tiempo ?
tiempo, todo este tiempo fue estrecho.
hicieron sus tareas, lo que les enseñó alguien, lo que sienten o lo que quieren hacer.
yo no quería ni mirar. estaba un poco estremecida. no entendía ni por qué había ido al banco.
así, miré de golpe y vi a la chica con traje de médica mover su boca y cabeza y decir no señor, no podemos hacer nada.
el viejo aplaudió y puteó.
y no quiso tomar el vaso de agua ni tomar el teléfono.
su mujer, su segunda esposa, a quien él llevó por una jubilación y algunos juguetes para su nietos, estaba mirandolo desde otro rincón, no desde el que él puede verla.
aunque la veía, no la tenía. la perdió, en un sitio tan vanal y absurdo como lo es un banco.
la perdió en el lugar donde otros lloran haber perdido hace unos días sus alhajas, sus ahorros millonarios.
el perdió el millón más puro y querible de su vida.
.
ahora, quién le devuelve a este buen hombre sus 143 cajas de amor con su querida vieja?
pasaba la gente, pagaba el impuesto, cambiaba dinero, hacia un depósito, eran atendidos por la tarjeta crédito que llegó o por la que no llegó. todo seguía su ritmo bancario normal, pero la vieja seguía acariciando la alfombra del supervielle.
entonces, empecé a pensar que no era tan normal, qué por qué todos seguíamos actuando como si lo que estaba pasando era algo totalmente natural, como si la gente se desvaneciera de repente porque sí y luego se activara como un muñeco a control remoto.
la imagen de su marido acariciandola fue uno de los momentos más enamorados que he vivido en 22 años. el pobre viejo no sabía cómo mirarla para abrirle los párpados de un sacudón.
pasaron como diez minutos, el banco y su personal comenzaron a inquietarse, las cosas no iban bien. la chica de la limpieza (una guapa total) consolaba al viejito y todos mirabamos como queriendo hacer algo. pero parece que no nacimos todos para ser fuertes ó médicos ó nosabemoscómocarajoanimar.
resulta que llegó la ambulancia.
bajaron los paramédicos.
a tiempo ?
tiempo, todo este tiempo fue estrecho.
hicieron sus tareas, lo que les enseñó alguien, lo que sienten o lo que quieren hacer.
yo no quería ni mirar. estaba un poco estremecida. no entendía ni por qué había ido al banco.
así, miré de golpe y vi a la chica con traje de médica mover su boca y cabeza y decir no señor, no podemos hacer nada.
el viejo aplaudió y puteó.
y no quiso tomar el vaso de agua ni tomar el teléfono.
su mujer, su segunda esposa, a quien él llevó por una jubilación y algunos juguetes para su nietos, estaba mirandolo desde otro rincón, no desde el que él puede verla.
aunque la veía, no la tenía. la perdió, en un sitio tan vanal y absurdo como lo es un banco.
la perdió en el lugar donde otros lloran haber perdido hace unos días sus alhajas, sus ahorros millonarios.
el perdió el millón más puro y querible de su vida.
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ahora, quién le devuelve a este buen hombre sus 143 cajas de amor con su querida vieja?
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