lunes, 31 de diciembre de 2012

De cómo do-ce meses, más de tres-cientos días pueden tirarse por la ventana. La fugacidad de los momentos: abrir y cerrar los ojos y ver que otra semana más pasó: que otro parpadeo está latente y que probablemente el día de mañana registre cosas parecidas pero nunca iguales al de hoy. Cambiar y reconocerse en nuevos estratos: eso es más o menos lo que nos sucede de mes en mes. 
Cuando el año comenzó te encontrabas compartiendo la vida con dos adultos más, cenando a sus tiempos, y eligiendo qué mantel poner en la mesa. A los pocos días el panorama era otro: ahora estabas sola y no podías elegir mantel porque tu abuela todavía no había terminado el único que tendrías. Ahora tus tiempos, ritmos, pasos, marcas dependían de vos. La comida. La música. Las alarmas: la rutina. 
Lo sorprendente es que cuando aprendiste tu nueva rutina apareció otra rutina para mutar la anterior: en se-is meses tus extremidades ya no eran las mismas: ahora eran de a dos casi todo el tiempo. La comida. La música. Las alarmas: el amor.
Do-ce meses, muchos días: cuánta comida siendo música: cuántas alarmas te recuerdan cuan vivo estás para tre-ce años más.
No todas las rutinas son iguales.

Feliz año anterior: feliz año nuevo -